
Max Verstappen ha optado por un perfil bajo en las ruedas de prensa de la FIA, tras su reciente incidente en el GP de Arabia Saudí. El neerlandés, que ya fue sancionado en 2024 por expresiones inapropiadas en Singapur, dejó claro en Yeda que cualquier palabra puede volverse en su contra: «No puedo opinar, podría ser sancionado. Así es el mundo en el que vivimos», afirmó.
Preguntado por su duelo en la primera curva con Oscar Piastri, Verstappen evitó entrar en detalles. «Todo pasó muy rápido», zanjó. Sobre si ha perdido la alegría en la Fórmula 1, negó cambios en su motivación, pero sí criticó el clima de susceptibilidad actual: «No puedes compartir tu opinión porque no se valora o se tergiversa. Mejor no decir demasiado».
La tendencia a la autocensura no es casual. Tras campañas de la FIA para erradicar el lenguaje malsonante y limitar las críticas públicas, Verstappen —como otros pilotos— prefiere esquivar polémicas y centrarse en su pilotaje.
En un campeonato cada vez más expuesto a las redes sociales y al escrutinio público, Verstappen muestra que el verdadero desafío ya no es solo en pista: también es saber cuándo callar.